OpEd

El siguiente clavo en el ataúd del prestigio ruso

El resultado de las elecciones de este fin de semana en Moldavia fue el último clavo en el ataúd del poder geopolítico ruso. La victoria de Moldavia no solo fue una victoria para la libertad de un país democrático, sino también otro ejemplo de la incapacidad de Rusia para proyectar su poder, incluso en sus áreas de interés tradicionales.

Mientras la batalla de Ucrania contra Rusia acapara la atención mundial, otra feroz batalla se libra en segundo plano. Un pequeño país, con una población aproximadamente igual a la de Kosovo, ha sido un intenso campo de batalla entre Occidente y Rusia durante los últimos doce meses. 

En el último año, Rusia ha intentado tres veces desestabilizar a Moldavia y su postura occidental. Las tres veces fracasó. El primer fracaso fue un intento de impedir la reelección de la presidenta prooccidental de Moldavia, Maia Sandu. El segundo fue un intento de influir en el referéndum europeo, y el tercer fracaso se produjo este fin de semana con la aplastante victoria del ala prooccidental en las elecciones parlamentarias generales. 

La última victoria del ala prooccidental fue incluso más contundente de lo esperado. Aunque las encuestas preliminares pronosticaban una contienda mucho más reñida, el partido del presidente Sandu obtuvo el 50 % de los votos, mientras que el bloque prorruso obtuvo el 24 %. Tras el anuncio de los resultados, el presidente Sandu afirmó que el pueblo moldavo no se dejó comprar, amenazar ni intimidar. Nos movilizamos y defendimos nuestro país mediante una solución sincera y democrática. Los líderes europeos tampoco ocultaron su alegría. El primer ministro británico, Starmer, afirmó que los ciudadanos moldavos habían elegido el camino de la libertad. En una declaración conjunta, los líderes de Alemania, Francia y Polonia felicitaron a los ciudadanos moldavos, quienes demostraron una vez más que no se dejarán privar de la paz y la libertad. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, felicitó a los ciudadanos moldavos por su elección, afirmando: «Han dejado clara su elección: Europa. Democracia. Libertad».

El uso de la palabra "libertad" en las felicitaciones occidentales no es casualidad. Para ellos, las recientes elecciones de Moldavia se consideraban una prueba de fuego para determinar si una pequeña y joven democracia podría sobrevivir a un gran ataque híbrido de un país autocrático como Rusia. Además, la caída de Moldavia abriría otro dilema para Occidente en un momento en que toda la atención se centra en apoyar a Ucrania. Por lo tanto, la victoria de Moldavia no solo se trató de la libertad de un país democrático, sino también de otro ejemplo de la incapacidad de Rusia para proyectar su poder, incluso en sus áreas de interés tradicionales. 

Lo que hace aún más significativa la derrota de Rusia en Moldavia es que se trata de la quinta derrota de Rusia en un enfrentamiento con Occidente desde el inicio de la invasión rusa de Ucrania. Desde entonces, Occidente y Rusia se han enfrentado en cinco batallas diferentes: en el Cáucaso, Siria, Oriente Medio, Rumanía y Moldavia. En cada una de estas cinco batallas, Rusia ha perdido, lo que ha debilitado aún más su estatus de potencia mundial.

Desde el colapso de la Unión Soviética, Rusia ha apoyado los esfuerzos de Armenia por controlar Nagorno-Karabaj. Armenia le ha devuelto el favor manteniendo su alianza con Rusia, uniéndose a la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva, rival de la OTAN, y permitiendo el estacionamiento de tropas rusas en suelo armenio. Todo esto se vino abajo en un solo día, cuando Rusia no ayudó a Armenia a repeler una ofensiva azerbaiyana para tomar el control de Nagorno-Karabaj. Como resultado, Armenia le dio la espalda a Rusia suspendiendo su membresía en la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva, acercándose a la UE y firmando un tratado de paz con Azerbaiyán, mediado por Estados Unidos. Así, en un día de septiembre, la influencia rusa en el Cáucaso, que siempre se había considerado una zona de exclusivo interés ruso, se derrumbó.

Desde la Primavera Árabe, el régimen de Asad en Siria se ha mantenido en el poder únicamente gracias al apoyo ruso. Por razones históricas, militares y geopolíticas, Siria era fundamental para Rusia. Fue un pilar fundamental de su estrategia para proyectar poder más allá de sus fronteras inmediatas y desafiar el orden global liderado por Estados Unidos. En la práctica, Siria era particularmente importante para Rusia debido a la base naval de Tartus (la única base rusa en el Mediterráneo) y la base aérea de Khmeimim. Por esta razón, la caída de Asad y la incapacidad de Rusia para defenderlo representaron una importante pérdida geopolítica para Rusia.

Si Siria era importante, Irán lo era aún más. Irán, al igual que Siria, ha sido un pilar clave para la proyección de poder de Rusia en el mundo, por razones geopolíticas y militares. En sentido geopolítico, Rusia ha visto a Irán (junto con China y Corea del Norte) como parte de una coalición global antioccidental. En Oriente Medio, Irán fue una herramienta clave a través de la cual Rusia pretendía desestabilizar los planes occidentales. En sentido militar, desde el colapso de la Unión Soviética, Rusia ha sido el principal proveedor militar de Irán. Esta cooperación se intensificó hasta niveles récord desde la invasión rusa de Ucrania. Desde entonces, Irán ha intensificado su suministro de drones Shahed y misiles balísticos a Rusia, a la vez que Rusia le ha devuelto el favor con transferencias de tecnología militar. Así, Irán ha creído que cuando llegue el momento del inevitable conflicto con Israel, contará con el apoyo de Rusia. Esta ilusión iraní se desmoronó el 13 de junio de este año, cuando en doce días Israel destruyó la maquinaria militar iraní y, con ella, la reputación de Rusia como un importante actor geopolítico en Oriente Medio. 

La injerencia rusa en las elecciones rumanas pretendía crear un caballo de Troya dentro de la OTAN. Su objetivo era instalar un gobierno prorruso para perturbar la unidad de la OTAN y desestabilizar su flanco oriental. Rumania no es un país miembro cualquiera de la OTAN. Alberga instalaciones militares clave de la OTAN, así como un importante puente de suministro militar y humanitario hacia Ucrania. Sin embargo, los intentos de Rusia de interferir en las elecciones rumanas, como en el caso de Moldavia, fracasaron. Las elecciones las ganó el candidato prooccidental Nicușor Dan.

Cinco casos analizados: el Cáucaso, Siria, Oriente Medio, Rumanía y ahora Moldavia, ilustran la incapacidad de Rusia para proyectar su poder ni en su región inmediata ni en el mundo. La invasión rusa de Ucrania se concibió como un evento que supuestamente serviría como el inicio del regreso de Rusia como potencia global. En cambio, se convirtió en la sepultura del prestigio y la posición de Rusia en el mundo. Por lo tanto, el epílogo de las elecciones de este fin de semana en Moldavia fue el último clavo en el ataúd del poder geopolítico ruso.